"Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonanda, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad. Y en cuyo espíritu no hay engaño" Salmos 32:1-2
Que maravilloso saber que cuando fallamos, tenemos un padre amoroso que perdona nuestros pecados si en nuestro corazón hay un verdadero arrepentimiento. El pecado trae consigo un peso enorme que atormenta la conciencia. El no reconocer que hemos fallado a Dios y a otras personas, es el alimento del orgullo y la soberbia. Trae consigo vacio en el alma y una deuda continua que cada vez se hace más enorme, aumentando peso al afán de cada día.
Si hemos pecado, dice su palabra, podemos venir confiadamente al trono de gracia de Dios, con una actitud de arrepentimiento verdadero y Dios, en su gran fidelidad, perdonará nuestros pecados y fortalecerá nuestra voluntad para no vivir bajo la esclavitud de aquel pecado que a veces se torna tan difícil de dejar. El primer paso es acudir a El. No hay carga tan difícil que El no la llevará con nostros, ni pecado tan grande que El no pueda perdonar.
El gozo del perdón y la restauración es maravilloso. Al fin sabemos que Dios nos ama no por lo que hacemos, sino porque somos sus hijos. El quiere lo mejor para nosotros y depositará sus bendiciones sobre corazones limpios.
Con amor,
Sebastián y Yesenia Benalcázar
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