"Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano". 1 Juan
Las palabras se las lleva el viento... Si tenemos una conversación y le preguntamos a usted: ¿Ama a Dios?... Usted seguramente contestará: "Si claro". Entonces Dios interrumpe nuestra conversación y afirma: "Si me amas, ama también a tu hermano". El amor a Dios y el amor al prójimo van estrechamente ligados. No podemos decir que amamos a Dios plenamente si nos fastidia nuestro vecino. No podemos decir que amamos a Dios si nos cuesta servir a los demás. No podemos decir que amamos a Dios si incluso nos cuesta saludar a alguien. El amor a Dios no tiene que ver con actitudes y acciones que me beneficien a mi mismo. "Yo amo a Dios... por eso voy a la iglesia" "Yo amo a Dios... por eso leo la Biblia". Hacemos esto para nuestro beneficio. Usted realmente ama a Dios cuando hace cosas que tengan que ver con los demás no con usted. A lo largo de todas las escrituras, Dios nos enseña que el verdadero amor tiene que ver con alguién más que no sea yo.
Muchos están tan necesitados de amor, que son incapaces de amar a los demás. Y así pasan la vida. Llenos de vacío y antipatía. Pensando que el mundo debe girar alrededor de ellos. Y que todos les deben algo a ellos. Que no existe una razón suficientemente buena para amar y servir a los demás.
La próxima vez que diga o incluso piense que "ama a Dios", piense si está amando a su hermano, amigo, vecino, conyuge, etc. Piense si es que está poniendo su esfuerzo, energía y tiempo para desarrollar un amor saludable para quienes lo rodean.
Con amor,
Sebastián y Yesenia Benalcázar
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